martes, 11 de octubre de 2016

Organización administrativa del Imperio Romano

Imperio Romano en su máxima expansión. (Fuente: https://leccionesdehistoria.com )
En esta entrada vamos a abordar el tema de la organización territorial en el vasto Imperio Romano, centrándonos principalmente en los momentos en que Roma fue la única capital del mismo. Con ello podremos comprender mejor los futuros temas que trataremos y que están ligados al mundo de la sal, tales como el comercio terrestre y marítimo o sus usos naturales y valores añadidos, que terminaron influyendo en la formación de oligarquías urbanas. 

Debido a la gran extensión del Imperio, el mismo se fue dividiendo en provincias al tiempo que se conquistaban los territorios. Éstas contaban con un gobernador llamado legado, pretor, cónsul o procónsul (según el valor estratégico que tuvieran y el ejercicio de sus funciones) que respondían ante el Senado y en última instancia ante el Emperador.

Posteriormente se produjo una subdivisión de las provincias en prefecturas y diócesis contando todas ellas con municipios regidos por los duumviros que, a su vez, eran auxiliados por las curias (actuales consejos o ayuntamientos).
En el caso concreto de Italia y según palabras de Plinio, el Viejo en su Historia Natural, la península itálica estaba dividida en 11 regiones. Con Diocleciano y su división del imperio en cuatro partes y, por tanto, cuatro emperadores (2 Augustus y 2 Caesares), Italia quedó subdividida en dos zonas gobernadas por el Augusto de Occidente. Sus territorios menores quedaron administrados por los correctores.

Hispania por su parte, quedó divida en un principio en tres provincias: Baetica, Lusitania y Tarraconensis. Al final del Imperio, serían 6: las anteriormente nombradas más Gallaecia, Carthaginensis y Balearica. Al frente de todas ellas existía un gobernador y una asamblea que lo asesoraba. Posteriormente estas provincias fueron subdivididas en conventus (asambleas de romanos e indígenas); Tarraconensis contó con 7, Baetica con 4 y Lusitania con 3. Sin embargo, fueron decayendo a medida que ciudades como Barcino, Tarraco o Lucus Augustus, fueron creciendo en autonomía.

La ciudad romana se convierte así en un centro de intercambio de mercancías, distribución de bienes y control de calzadas. Hispania supuso para el Imperio Romano, una de las principales fuentes de importación de minerales, entre ellos la sal. Desde los puertos principales de la Península (Olisipo, Gades, Cartago Nova y Saguntum), el “oro blanco” arribaba a las costas italianas en los puertos de Ravenna, Tarento, Messina o la propia Roma, capital del Imperio.


Firmado por:
José Ramón Baldellou Alonso



Video sobre la administración de Hispania:



Bibliografía:

  • Blázquez Martínez, José María y Ozcáriz Gil, Pablo (2013): La administración de las provincias en el Imperio Romano, Dykinson, Madrid
  • El Pais (2005): La Enciclopedia del Estudiante: Historia Universal. Santillana Educación S.L., Madrid
  • El Pais (2005): La Enciclopedia del Estudiante: Historia de España. Santillana Educación S.L., Madrid
  • Mangas, Julio y Hernando, Mª del Rosario (2011): La sal en la Hispania romana, Arco/Libros S.L., Madrid.







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