lunes, 28 de noviembre de 2016

Comercio y transporte de la sal I

Queridos lectores: en primer lugar, quiero disculparme con todos vosotros porque en esta ocasión os traigo una entrada que constará de dos partes separadas, ambas escritas por mí. La razón de ello ha sido básicamente el espacio que ocupaba como una sola, generando un texto demasiado aburrido de leer. Os dejo con la primera parte del Comercio y el Transporte de la Sal. Espero que la disfrutéis.

Ya hemos visto en anteriores entradas quiénes trabajan en las salinas y cómo obtenían la sal. En esta ocasión queríamos contaros como transportaban la sal y a qué lugares llegaba el llamado “oro blanco”. Aunque el Imperio romano no hizo un monopolio del comercio de la sal, muchas de sus ciudades fueron fundadas y se desarrollaron en torno a una salina. Es evidente que, al ser un producto de primera necesidad, su comercio debió traer consigo un incremento en los intercambios.

En primer lugar, hay que nombrar a los encargados del transporte de la sal. Los mismos eran conocido como saccarius (esportillero) y constituían un cuerpo muy bien organizado. Los conocemos a través de algunas estelas como las ya mencionadas para los trabajadores de las salinas. En esta ocasión, los testimonios proceden de ciudades como Ostia, Pompeya o la propia Roma, que contaban con salinas. Así, la sal era transportada en sacos desde las mismas hasta las propias ciudades. Por otra parte, conocemos con el nombre latino de propola a los comerciantes de sal al por menor, quienes la transportaban tanto en sacos como en recipientes cerámicos (seriae), todos ellos siempre impermeabilizados con pez. El transporte se realizaba por vía terrestre, vía fluvial y marítima.

Vía terrestre

Via Salaria
(Fuente: http//:historiageneral.com)
Las infraestructuras para el transporte y comercio se conocen a lo largo de toda Europa. Entre las más conocidas podemos nombrar la Route du Sel, situada en Francia que transportaba la sal hacia el interior desde los puertos de Niza y Ventimiglia. Más reseñable es aún la Via Salaria, la cual discurría desde las grandes salinas de Ostia, pasando los Apeninos, hasta San Benedetto del Tronto. Estas calzadas romanas fueron de vital importancia para legionarios, militantes y sus caballos. Tal es así, que Tito Livio nos informa sobre el control de los precios por parte del Estado.


Plaustrum romano
(Fuente: http//:es.pinterest.com)
Gran parte de las ciudades de la 
Bética quedaban muy alejadas de los centros salineros, exceptuando las situadas al Este y Sur. El comercio de la sal, por tanto, necesitaba de un intercambio de productos, sobre todo cuanto más alejados estuvieran los destinos para los saccarius, puesto que el transporte por tierra era muy costoso. Para ello se ayudaban de carros tirados por caballos, mulas o bueyes, conocidos como essedum o plaustrum. Hay que tener en cuenta también el tiempo gastado en recorrer distancias que hoy nos parecen muy cercanas. Este es el caso de las poblaciones situadas en el Noroeste, a las que llegaba la Vía de la Plata, las cuales quedaban muy alejadas de cualquier centro salinero.

Este mismo problema se daría en otras muchas provincias romanas, pero en algunos lugares donde la importación por mar es imposible, los romanos solventaron la situación mediante el control de otras salinas como las conocidas en Germania Superior, Baviera y Austria.

Vía fluvial

En cuanto al transporte por vía fluvial, sabemos que el mismo llegaba a puntos del interior muy distantes a la costa, por ríos que hoy día no son navegables. Barcas y barcos podían alcanzar las ciudades del interior desde el mar. Por supuesto, el ejemplo más notable de ello, es el uso que se le dio al Guadalquivir, navegable hasta Linares. Tenemos de época romana puertos como el de Zaragoza, del que aún se conservan sus malecones de piedra o el de Irún que contaba con un sistema de gradas de madera descendentes.

Parte del puerto y ánforas de hallados en Zaragoza
(Fuente: Museo del Puerto Fluvial de Caesaragusta)


Firmado por:
José Ramón Baldellou Alonso

Bibliografía:

  • García Vargas, Enrique y Martínez Maganato (2006): "La sal de la Bética romana. Algunas notas sobre su producción y comercio", HABIS (37): 253-274
  • Mangas, Julio y Hernando, Mª del Rosario (2011): La sal en la Hispania romana, Arco/Libros S.L., Madrid.
  • Martínez Maganto, Julio (2005): "La sal en la Antigüedad: aproximación a las técnicas de explotación y comercialización. Los salsamenta" en III Congreso Internacional de Estudios Históricos. El Mediterráneo: la cultura del mar y la sal (coord. Molina Vidal, Jaime y Sánchez Fernández, José Mª), Santa Pola. 
  • Rioja, Leoncio (2014): La moneda y su historia, Editorial Dunken, Buenos Aires. 

La sal y los baños termales.

La sal se encuentra unida a la humanidad por razones esenciales siendo ser una fuente de subsistencia. Por ello pronto empezarían a saber utilizarla y considerarla como un regalo de dios. Ya en el antiguo testamento, en el segundo libro de los reyes  con referencia al milagro del profeta Eliseo, se hace mención a la importancia de la sal. Convirtiendo el agua dulce en saladas para sanar.

  “Y saliendo él a los manantiales de las aguas, echó dentro la sal, y dijo: Así ha dicho Jehová: Yo sané estas aguas, y no habrá más en ellas muerte ni enfermedad. 

  Y fueron sanas las aguas hasta hoy, conforme a la palabra que habló Eliseo.” (II Reyes 2: 21-22)

El hombre utiliza la sal en muchos aspectos de la vida )condimento, conservante, comercio, etc...) pero también con un sentido termal, con el que se solucionan varias males, ya que se consideraban estimuladores de la circulación y de la respiración.

La Península Ibérica tenia grandes centros de producción de sal pero en el imperio romano estos tratamientos de aguas no tenían mucha relevancia. Sin embargo en el norte de la península y gracias a la influencia Celta este culto al agua arraigó con más fuerza que en el resto del imperio. Por ello en la zona norte podemos encontrar varios centros termales que en época romana tuvieron fama al ser centro termo medicinales  por la gran cantidad de beneficios que se le atribuían a estas aguas cloruradas.

Algunos ejemplos:
  • Galicia: Carballo, Arteijo, La Toja.
  • Cantabria: Puente Viesgo.
  •  Cataluña: Caldas de Montbuy, La Garriga, Caldas de Reyes, San Andres, Caldas de Besaya.
  • Navarra: Fitero, Arnedillo, Elorriaga, Betelu, Alsasua, Arive.

Algunos centros:

Carballo.
Los restos del maratial romano de Carballo atestiguan la importancia de este enclave al encontrarse en Glandimiro, al lado de la  Via Per Loca Maritima. De estos restos se conservan la arqueta, siendo los baños destruidos en el siglo XVIII.









Las termas romanas de Fitero.
En 1982 se dio a conocer los restos de las termas romanas que se encontraron en las obras con motivo de la modernización de las instalaciones, aunque esta información se dio una vez terminada la obra por lo que no se pudieron realizar estudios de los restos encontrados. En la excavaciones se encontró una pequeña piscina circular que se puede ver hoy en día en una de las instalaciones del balneario actual.

Tiene un diámetro en la parte superior de 2 metros y una profundidad de 1 metro. La piscina cuenta con dos poyetes en su interior, el primero colocado más arriba servia para sentarse y dejar sumergidas la extremidades inferiores siendo un baño de vapor para el resto del cuerpo. No hay salida de desagüe pero si un canal tallado en la piedra donde con una tubería de plomo llegaría el agua.  También se encontró la arque de captación de agua teniendo una altura de 1,60m.




                                                       Firmado por:
                                                       Luís Machado


Bibliografía.
  • Fernández Uriel, P. (1996): La sal en el termalismo antiguo. Termalismo antiguo: I Congreso peninsular: actas: Arnedillo (La Rioja), 247-254.







Sal como condimento en recetas y alimentos

Como se puede observar, la sal fue empleada para numerosas actividades en la antigua Roma, por lo que también fue igual de importante en la preparación de recetas y producción de alimentos, legado que ha llegado hasta nuestros días casi sin transformación. El consumo era tan alto que Plinio calculaba que un romano medio ingería la cantidad de 25 gramos de sal al día, mencionando que en los mercados romanos los alimentos se vendían a veces ya salados (al gusto romano).

La sal formaba parte de la preparación de los alimentos fundamentales en la dieta romana, como los derivados lácteos, en especial el queso, y el pan. En una obra de Virgilio, nos relata el procedimiento para la elaboración del pan que, por lo que parece, no debió ser muy distinto al seguido en épocas posteriores:

Tan pronto terminó de moler, esparce la harina con la mano en el cedazo y la cierne, queda el salvado en la superficie, la harina se asienta debajo y se filtra pura y limpia por los agujeros. Inmediatamente la coloca después en la artesa, derrama encima agua tibia, amasa ahora el agua y la harina mezcladas, golpea con la mano la mezcla endurecida rociando con liquido la parte más dura y espolvorea de vez en cuando los grumos con sal. Entonces aplasta la masa trabajada y la ensancha con la palma de las manos en forma de torta y la marca a igual distancia en cuadros impresos. Luego la lleva al fogón, la cubre de tejas y amontona ascuas encima.”

Para los romanos también era costumbre poner sal en los platos con alto contenido en verduras, ya que, de esta forma se creía que reducía el sabor acido de algunas variedades. Por ejemplo, Catón el censor, en su libro De Agricultura, sugiere que la col debía comerse con abundante sal. De esta forma fue como se originó el nombre de ensalada, una receta que también hemos heredado de esta civilización y la cual se ha generalizado alrededor de todo el mundo.


Para los patricios era habitual tomar olivas al comienzo de una comida, en forma de aperitivo y con un toque de sal, aunque para el resto de la sociedad era un alimento más. Esta también se solía conservar en salazón, al igual que otras frutas y verduras, como las granadas, almendras, pepinos, nabos, espárragos, alcaparra, col, tallo de apio, ruda, flor de apio caballar, nuez negra, poleo, nevada e hinojo entre otros.

Se denominaba salsamentum a los alimentos que contenían una cierta cantidad de sal, destacando las cinco salsas saladas típicas de la dieta romana: el garo (salsa de pescado), el moretum, el liquamen, el allec y el muria. La forma exacta de su elaboración, así como los ingredientes, se ha perdido durante la historia y poco se sabe de ellas, a excepción de la primera y de la que ya se ha hablado en una entrada anterior. Aun así, se ha encontrado algunos registros escritos, como la obra de Apicio De re coquinaria.

A partir de varios textos antiguos se ha podido observar que en varias recetas de cocina se hace mención de la sal como componente de las mismas. Así, Apicio en su Tratado sobre recetas de cocina recomienda echar unos granos de sal tostados y molidos para la preparación del aceite de Liburnia. También recomienda el empleo de sal para la preparación de la vulva o estomago tostados. El poeta Ausonio, en una de las cartas dirigidas a su amigo Paulino, le dice:

Temiendo que me hubiera desagradado el aceite que me habías enviado, repetiste tu regalo y lo hiciste aun mayor al añadir el condimento de la salmuera de Barcelona.”

En las Geopónicas se habla del uso de la sal para preparar un aceite similar al hispano. El almodrote, moretum¸ una salsa compuesta de aceite, ajos y queso, empleada como condimento en muchas comidas, exigía también el acompañamiento de sal para realzar su sabor, tal como cuenta Virgilio:

“Luego pela una a una las cabezas de ajo quitándoles los nudos y las membranas que lo recubren y echa los despojos a tierra por todos lados. Moja en agua la parte conservada y la mete en la cavidad de la piedra. Lo espolvorea con granos de sal, añade queso curado con sal, echa encima las hierbas seleccionadas. Con la mano izquierda sujeta entre las piernas velludas, la derecha maja primero los olorosos ajos con el mortero, mientras tritura todo, mezclando los jugos. La mano sigue girando.”

También se ha podido conocer que era habitual un tipo de vino al que se le añadía un toque de sal, denominado defrutum.


Por otro lado, tampoco se debe olvidar la sal como complemento en la dieta del ganado. Los animales también necesitan sal, los carnívoros, al igual que los humanos, pueden satisfacer sus necesidades con la ingesta de carne, y los herbívoros salvajes escarban en busca de sal en manantiales o fuentes de este mineral. Pero con los animales domesticados era necesario administrársela por lo que, hasta la aparición de los preparados de alimento animal el aporte de sal se realizaba de modo directo, siendo, hasta fechas relativamente recientes, y aun hoy en según qué lugares y regiones, era frecuente ver un bloque de sal en los pesebres. Del mismo modo, algunas fiestas pastoriles incluyen, entre otros ritos, el de distribuir sal a los animales.

Firmado por:
Natalia García Enríquez

Bibliografía y webgrafía:


domingo, 27 de noviembre de 2016

Estimación anual de sal en época romana.


Desde épocas muy remotas se conoce la importancia de la sal para la vida, pero hoy en día también sabemos que puede ser nefasta para la salud si se consume en exceso.

Nuestro cuerpo solo necesita una pequeña cantidad de sal para funcionar de forma adecuada. La ingesta de sal es fundamental para:
  • Controlar la cantidad de agua del cuerpo humano, manteniendo el PH de la sangre.
  • Regular los fluidos del cuerpo.
  • Introduciendo agua en el interior de las células para tener el cuerpo hidratado.
  • Ayuda a transmitir impulsos nerviosos y a la relajación muscular.

Pero demasiada sal afecta a los riñones que son los mayores reguladores de sodio en la sangre. Un exceso de sal no lo eliminan lo riñones, sino que se acumulan en la sangre, atrayendo el agua e incrementando el volumen de sangre. Esto provoca que el corazón funcione más rápido, elevando la presión y su vez produciendo hipertensión arterial, entre muchos otro problemas. Por ello, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y otras instituciones sanitarias, tras llevar a cabo estudios que demuestran las necesidades del sodio para llevar una vida sana pero en  cantidades pequeñas llegando al acuerdo de que el consumo máximo diario no debería superar los 5gr.  

Las sal como factor esencial en la vida de los seres vivos ha estado presente en toda nuestra evolución.  Pero es en el imperio romano donde esta sustancia coge un nuevo estatus al ver que no solo puede servir como condimento.

Julio Mangas y Mª del Rosario Hernando, en su libro la sal en la Hispania Romana, realizan una estimación de la cantidad de sal por persona en el poblado de Chamartín de la Sierra (Ávila). El estudio de la población se realizó en la necrópolis donde aparecen tras las excavaciones 2.200 sepulturas.



Este estudio puede servir como guía para hacernos una idea del consumo de sal en las ciudades de la Hispania romana. Otros estudios de la estimación de sal en el imperio romano puede ser el llevado a cabo por Giovannini, en 1978, en la roma republicana donde sostiene que la cantidad de sal por persona era de 28-30 kg.  Ya Catón menciona en sus escritos la dieta de sal para los esclavos siendo esta de 18,5 gramos por día.


El estudio del consumo de sal de los animales fue llevado a cabo por Fernández Nieto, en 2005, titulado Roma y la explotación de la sal en la Hispania, donde analiza la ingesta de sal durante la trashumancia. 


                                                                 Firmado por:
                                                                  Luís Machado



Bibliografia:
  • Mangas,J. y Hernando, Mª del Rosario (2011): La sal en la Hispania romana, Arco/Libros S.L., Madrid.