Queridos lectores: en primer lugar, quiero disculparme con todos vosotros porque en esta ocasión os traigo una entrada que constará de dos partes separadas, ambas escritas por mí. La razón de ello ha sido básicamente el espacio que ocupaba como una sola, generando un texto demasiado aburrido de leer. Os dejo con la primera parte del Comercio y el Transporte de la Sal. Espero que la disfrutéis.
Ya hemos visto en anteriores
entradas quiénes trabajan en las salinas y cómo obtenían la sal. En esta
ocasión queríamos contaros como transportaban la sal y a qué lugares llegaba el
llamado “oro blanco”. Aunque el Imperio romano no hizo un monopolio del
comercio de la sal, muchas de sus ciudades fueron fundadas y se desarrollaron
en torno a una salina. Es evidente que, al ser un producto de primera
necesidad, su comercio debió traer consigo un incremento en los intercambios.
En primer lugar, hay que nombrar a
los encargados del transporte de la sal. Los mismos eran conocido como saccarius (esportillero) y constituían
un cuerpo muy bien organizado. Los conocemos a través de algunas estelas como
las ya mencionadas para los trabajadores de las salinas. En esta ocasión, los
testimonios proceden de ciudades como Ostia, Pompeya o la propia Roma, que
contaban con salinas. Así, la sal era transportada en sacos desde las mismas
hasta las propias ciudades. Por otra parte, conocemos con el nombre latino de propola a los comerciantes de sal al por
menor, quienes la transportaban tanto en sacos como en recipientes cerámicos (seriae), todos ellos siempre
impermeabilizados con pez. El transporte se realizaba por vía terrestre, vía
fluvial y marítima.
Vía terrestre
Via Salaria (Fuente: http//:historiageneral.com) |
Plaustrum romano (Fuente: http//:es.pinterest.com) |
Bética quedaban muy alejadas de los centros salineros, exceptuando las situadas
al Este y Sur. El comercio de la sal, por tanto, necesitaba de un intercambio
de productos, sobre todo cuanto más alejados estuvieran los destinos para los saccarius, puesto que el transporte por
tierra era muy costoso. Para ello se ayudaban de carros tirados por caballos,
mulas o bueyes, conocidos como essedum
o plaustrum. Hay que tener en cuenta
también el tiempo gastado en recorrer distancias que hoy nos parecen muy
cercanas. Este es el caso de las poblaciones situadas en el Noroeste, a las que
llegaba la Vía de la Plata, las cuales quedaban muy alejadas de cualquier
centro salinero.
Este mismo problema se daría en
otras muchas provincias romanas, pero en algunos lugares donde la importación
por mar es imposible, los romanos solventaron la situación mediante el control
de otras salinas como las conocidas en Germania Superior, Baviera y Austria.
Vía fluvial
En cuanto al transporte por vía
fluvial, sabemos que el mismo llegaba a puntos del interior muy distantes a la
costa, por ríos que hoy día no son navegables. Barcas y barcos podían alcanzar
las ciudades del interior desde el mar. Por supuesto, el ejemplo más notable de
ello, es el uso que se le dio al Guadalquivir, navegable hasta Linares. Tenemos
de época romana puertos como el de Zaragoza, del que aún se conservan sus
malecones de piedra o el de Irún que contaba con un sistema de gradas de madera
descendentes.
Parte del puerto y ánforas de hallados en Zaragoza (Fuente: Museo del Puerto Fluvial de Caesaragusta) |
Firmado por:
José Ramón Baldellou Alonso
Bibliografía:
- García Vargas, Enrique y Martínez Maganato (2006): "La sal de la Bética romana. Algunas notas sobre su producción y comercio", HABIS (37): 253-274
- Mangas, Julio y Hernando, Mª del Rosario (2011): La sal en la Hispania romana, Arco/Libros S.L., Madrid.
- Martínez Maganto, Julio (2005): "La sal en la Antigüedad: aproximación a las técnicas de explotación y comercialización. Los salsamenta" en III Congreso Internacional de Estudios Históricos. El Mediterráneo: la cultura del mar y la sal (coord. Molina Vidal, Jaime y Sánchez Fernández, José Mª), Santa Pola.
- Rioja, Leoncio (2014): La moneda y su historia, Editorial Dunken, Buenos Aires.