sábado, 26 de noviembre de 2016

Salazón y salmuera - La sal como conservante

El imperio romano fue el responsable de promover la gran variedad de industrias para la conservación de alimentos por alrededor de su amplio territorio. Salazones, ahumados, encurtidos, con vinagre, aceite de oliva, fermentación, miel y muchos otras fueron las técnicas de conservación que emplearon. Pero lo cierto es que muchas de ellas no fueron novedad de los romanos, sino que fueron heredadas de antiguos pueblos anteriores, como fueron los celtas, quienes desarrollaron la técnica de salazón para carne.

Aunque la variedad de técnicas era muy amplia, la más habitual fue la salazón, puesto que la sal era el producto de fácil alcance y el más rentable. Esta se utilizaba para la conservación principalmente de carnes y pescados, los cuales, para un posterior cocinado y consumición, era necesario desalarlos con leche y agua. También se llevó a cabo la salmuera, que se trataba de sumergir un producto en agua con sal y otros condimentos, empleándose para carnes, pescados, legumbres y aceitunas.

Como ya se hizo una entrada especifica en las factorías de conservas de pescados, centraremos esta en la sal como conservante de carne, la cual ha quedado relejada también en numerosos textos antiguos que, indican bien la realidad del asunto.

Varrón, polígrafo y funcionario romano, en sus escritos cuenta que el pueblo de los Insubres de Italia salaba tres o cuatro mil piezas de carne de cerdo y que en Lusitania se llevaba a cabo el envío de piezas de costillas de cerdo que previamente habían sido saladas.

Los romanos aprendieron de los celtas a poner en salazón el jamón y otros productos del cerdo, los cuales no han variado mucho hasta la actualidad. Se dedicaron a importar este producto de zonas que anteriormente habían sido celtas, como Wetsfalia (Alemania) o Hispania. Lo cierto es que fue en esta época cuando se comenzó a apreciar el jamón de la Península Ibérica.  El poeta Marcial habla en alguna de sus obras sobre la fama que tenían estos jamones, de la cual ya había hecho eco el geógrafo griego Estrabón:

“En Hispania, cerca de Aquitania, esta la ciudad de Pompelón (Pamplona), en la que se preparan excelentes jamones, que rivalizan con los cantábricos.”

Para la conservación de jamón se precisaban entre seis y nueve kilogramos de sal, dependiendo del tamaño del mismo.

Otros productos del cerdo, como tocino o lomo, se conservaban tras hacerles una cura y mantenimiento con sal. Las referencias también son variadas, por ejemplo, Virgilio cuenta:

“No estaban a su libre disposición ni el lomo ni los perniles de cerdo, endurecidos con sal y colgados de los ganchos cercanos al hogar, con el centro atravesado por un esparto y un seco manojo de eneldo atado con fuerza.”

El valor de la sal como conservante generalizó también su uso tanto para cocer como para conservar todo tipo de carnes, Plinio hace mención del uso de la sal para conservar testículos de castores, muy apreciados en la alimentación de la alta sociedad. Pero de este tema hablaremos en la próxima entrada.



Firmado por: 
Natalia García Enríquez


Bibliografía y Webgrafía:

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