Hasta ahora hemos podido ver los
diferentes métodos de extracción de la sal, quiénes se encargaban de estas
tareas o cómo se comerciaba con la misma. Como un elemento añadido para cerrar
un poco más el ciclo, en la presente entrada vamos a hablar sobre los lugares
en los que se guardaba la sal, llamados por los romanos horrea. Emplazamientos cuya finalidad era la de garantizar el
abastecimiento de la población.
Aunque en genérico, en éstos
lugares se almacenaban todo tipo de productos alimenticios, sabemos que entre
ellos se encontraba la sal. Los primeros horrea
fueron construidos en Roma a orillas del Tíber y en el puerto de Ostia se
construyeron grandes horrea donde se
almacenaban las mercancías traídas por vía marítima.
La Horrea Epagathiana et Epaphroditiana, construida en Ostia hacia 150 d. C. (Fuentes: Imagen 1, Imagen 2, Imagen 3 e Imagen 4) |
Mencionamos en una ocasión que,
cerca de la Porta Trigemina, y según palabras
de Livio, Roma contaba con almacenes de sal públicos. Igualmente famosos son
los almacenes de sal situados a los pies del Aventino. Del mismo modo, existían
otros de carácter particular. De ambos, nos ha llegado documentación epigráfica
sobre la existencia de ellos con alusión a un emperador concreto, particulares
diversos y/o empleados (horrearii). Como ejemplo, podemos
mencionar una de estas inscripciones en las que se deduce que los horrea Lolliana estaban bajo
administración imperial en tiempos de Claudio. Para el caso de las ciudades
romanas de Hispania también contamos con almacenes públicos de alimentos y sal.
Ejemplo de ello es el hallado en Caesaraugusta
(Zaragoza).
De los almacenes con un carácter
más público, sabemos que muchos de ellos estuvieron financiados, tanto para su
construcción como reparaciones, por los sectores más ricos de la población,
entre ellos los propios emperadores, quienes contribuían gratuitamente a cubrir
las necesidades de las ciudades. Así, y por mencionar algunos, Trajano construyó unos almacenes en Patara, Adriano en Myra y Diocleciano en Tubuscutu.
Para su situación se tenía en cuenta la cercanía a pueblos, aldeas y caseríos
que no dispusiesen en sus cercanías de salinas. Es por ello, que algunos
autores como Mangas o Rosario Hernando, sostienen que las mansiones también debieron contar con almacenes exclusivos para la
sal.
Aunque muy escuetamente, hemos
querido mencionar algunos de los horrea
más conocidos tanto en Roma como en Hispania dedicados exclusivamente a la sal.
Por supuesto, se tiene mucha más constancia de aquellos que estuvieron destindos
a otros productos como el grano, el vino o el aceite. Pero creemos que otros
muchos compañeros ya han tratado este tema, por lo que tampoco queríamos ser
demasiado repetitivos en el asunto. Aun así, esperamos que esta entrada, como
siempre, haya causado interés y generado nuevos conocimientos.
Firmado por:
José Ramón Baldellou Alonso
Bibliografía:
- García Vargas, E. y Martínez Maganto, J. (2006): La sal de la Bética romana. Algunas notas sobre su producción y comercio, Habis 37: 253-274.
- Mangas, Julio y Hernando, Mª del Rosario (2011): La sal en la Hispania romana, Arco/Libros S.L., Madrid
- Steven Saylor (2008): Roma: la novela de la Antigua Roma, La Esfera de los Libros
¡Buenas tardes!
ResponderEliminarNo tenía ni idea de que los horrea también se destinasen al almacenado de la sal, ha sido todo un descubrimiento, también lo referente a su administración. Así mismo, quiero decir que habéis escogido un tema para el blog, que por lo menos a mí, me despierta interés, magnifico.
¡Un saludo y enhorabuena por el blog!
María García Martín
Me ha gustado vuestro blog ya que no conocía nada sobre la sal. He decidido escribir en esta entrada ya que yo también tengo una entrada sobre los horrea
ResponderEliminarUn saludo